Celso Amorim
Celso Amorim, diplomático de carrera, se desempeñó como Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil en dos periodos (1993−1994 y 2003−2010). Asimismo, ocupó el cargo de Ministro de Defensa (2011−2014). Amorim permanece activo en la vida académica y como figura pública. Ha escrito una serie de libros y artículos sobre asuntos que abarcan desde la política exterior hasta la cultura. Uno de sus últimos trabajos, "Actuando globalmente: memorias de la política exterior asertiva del Brasil", fue publicado por Hamilton Books con el respaldo de Kofi Annan y Noam Chomsky. Amorim fue miembro visitante en la Harvard Kennedy School en 2011 y 2015 y miembro distinguido en King’s College. Ha participado en varios grupos de expertos, comités y paneles sobre temas de interés mundial. Fue nombrado como uno de los 100 mejores pensadores globales de la revista Foreign Policy en 2010 (clasificado como el número seis). En 2009, la revista Foreign Policy se refirió a él como el "mejor ministro de Asuntos Exteriores del mundo".
El fascismo otrora y hoy
"¡Las ciudades pueden vencer, Stalingrado! Pienso en la victoria de las ciudades, que por ahora son sólo humo que se eleva desde el Volga. Pienso en el collar de ciudades, que se amarán y defenderán de todo. En tu suelo calcinado donde se pudren los cadáveres, la gran Ciudad del mañana erguirá su Orden".

Con estos versos, el gran poeta brasileño, Carlos Drummond de Andrade, finaliza su "Carta a Stalingrado", escrita en 1943 y destinada a celebrar la victoria de las fuerzas soviéticas sobre las tropas de la Alemania nazi, después del prolongado asedio que conmovió al mundo.

El chileno Pablo Neruda expresó poéticamente su solidaridad, con profundo sentimiento humano, con la ciudad, hoy Volgogrado, víctima de una de las batallas más crueles de la Segunda Guerra Mundial:
!…para que sepan, si hay alguna duda,
que he muerto amándote y que me has amado,
y si no he combatido en tu cintura
dejo en tu honor esta granada oscura,
este canto de amor a Stalingrado"
El destino heroico de la ciudad a orillas del Volga despertó emociones en el otro lado del mundo por el drama humano causado por la guerra, pero también porque todos allí ya sentían que los rumbos del conflicto, hasta entonces favorables a las fuerzas del Eje, comenzarían a cambiar.

Fue precisamente en Stalingrado que se produjo la primera derrota del nazismo en la guerra. No se puede subestimar el estímulo de este acontecimiento a las fuerzas de resistencia de otros países.

El propio Neruda reconoce en su poema este impacto:
Ahora americanos combatientes
blancos y oscuros como los granados,
matan en el desierto a la serpiente.
Ya no estás sola, Stalingrado.

Francia vuelve a las viejas barricadas
con pabellón de furia enarbolado
sobre las lágrimas recién secadas.
Ya no estás sola, Stalingrado.

Y los grandes leones de Inglaterra
volando sobre el mar huracanado
clavan las garras en la parda tierra.
Ya no estás sola, Stalingrado.
Estos testimonios poéticos escritos en su momento son confirmados por todos los análisis históricos mínimamente serios. Incluso sin negar la enorme contribución de la decisión norteamericana de participar en la guerra ni el valor de las fuerzas británicas de resistencia y liberación en otros países, no se puede ignorar el papel decisivo del coraje demostrado por el pueblo de la Unión Soviética, simbolizado por Stalingrado, ni su importancia para la victoria final sobre el nazismo.

El mundo que emergió de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las tensiones de la Guerra Fría, parecía haber enterrado de una vez por todas la serpiente del nazismo y el fascismo. La caída del Muro de Berlín, a su vez, representó para muchos el predominio de la economía de mercado y la democracia representativa.

Esta fue la visión que inspiró a teóricos como Francis Fukuyama, famoso por su ensayo sobre el "Fin de la Historia". Pronto el simplismo contenido en esta visión sería desmentido por los conflictos étnicos y religiosos, las acciones militares unilaterales de los Estados Unidos, el drama de los refugiados, las amenazas del calentamiento global y por el ya famoso "retorno de la geopolítica".

De manera dramática, la crisis financiera, desencadenada en 2008, con efectos que continúan hasta hoy, ha puesto fin a las ilusiones de que prevalecería un capitalismo cordial con rostro humano, con las bendiciones de los avances tecnológicos filtering down (chorreando) hasta los millones de pobres y miserables del tercer mundo.

Por el contrario, lo que hemos visto es un aumento de la desigualdad y el desencanto, incluso en los países más ricos. Las victorias en la lucha contra el hambre y la pobreza en algunos países han sido hasta ahora transitorias, con un aumento del desempleo, la pérdida de derechos sociales y los ataques al Estado de bienestar.

La percepción de las injusticias del nuevo sistema económico globalizado no siempre ha tenido efectos positivos. Las ideologías de la extrema derecha o neofascistas se han extendido por todo el planeta, con efectos dramáticos en los países subdesarrollados.
Repitiendo, en cierta medida, lo que había ocurrido en Europa en períodos de entreguerras, sectores de la "derecha liberal" prepararon el terreno para el surgimiento de políticos e ideologías extremistas que exaltan el misticismo y la violencia
Esto ha sido especialmente cierto en ciertos países de América Latina, después de dos o tres décadas de progreso político y social. Inspirados en parte por la figura histriónica de Donald Trump, quien, entre otras cosas, gobierna un país en el que las condiciones socioeconómicas son muy diversas, los dirigentes políticos no sólo han sido diligentes en atacar los logros sociales de los últimos años (o incluso décadas), sino que han tratado de destruir los cimientos civilizadores en los que descansa la democracia.

No se necesita mucha investigación para encontrar ataques análogos a la cultura y la racionalidad en los discursos de Hitler y Mussolini.
Al parecer, algunos sectores vinculados al gran capital y a las clases medias empiezan a darse cuenta de que pueden haber cometido un gran error al dar cabida a los extremistas
Valores como la libertad de prensa, el apego a la ciencia y la preocupación por la supervivencia del planeta están siendo atacados, despertando temores en aquellos que, movidos por un interés egoísta y a corto plazo, permitieron que el extremismo floreciera.

Aún no sabemos cuál será el resultado de ese golpe. Ni siquiera sabemos si habrá un embate. Y mirando a la región de América Latina en su conjunto, vemos ejemplos alentadores como las victorias electorales de las fuerzas progresistas en Argentina y México.

La revuelta popular contra el neoliberalismo en países como Chile, Ecuador y Colombia (de diferentes maneras) tal vez apunte en la misma dirección, aunque el resultado de estos procesos es todavía incierto.

El hecho es que la derrota del nazi-fascismo, en la que las fuerzas armadas brasileñas están justamente orgullosas de haber participado, no fue, como pensábamos, definitiva. En un momento como éste, la defensa del "discurso racional" y de los valores civilizadores, como la solidaridad, la tolerancia y la búsqueda de la igualdad, vuelve a ser tarea de todos. Que un nuevo Stalingrado no sea necesario para sellar la derrota del autoritarismo obscurantista, es lo que la Humanidad quiere y merece.
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